jueves, 21 de enero de 2010

La revolución en bata

Publicado el 16 de enero en la sección de Opinión de El Espectador y www.ElEspectador.com
SAPERE AUDE!, ES UN GRITO DE BAtalla. Tal vez no es tan pegajoso como ¡Adelante presidente!, pero es mucho más útil.

La expresión es de Kant y significa: “atrévete a servirte de tu propio entendimiento”. Kant, no era adepto de las revoluciones sudorosas o de las marchas, de hecho, él difícilmente salía de su casa, pero muchas veces un giro en la forma de pensar es más revolucionario que un desfile de camisetas blancas y puños al aire.

Sin el carisma de otros héroes europeos como William Wallace, Kant escribió un texto en donde dice qué es la Ilustración. La definió como un proceso público que implica cuestionamiento y crítica y que permite pasar de la minoría de edad a la mayoría de edad. Un menor de edad, para Kant, es alguien que, debido a su pereza y su cobardía, no hace uso de su propio entendimiento y prefiere que otros le digan qué hacer; por ejemplo el oficial (que dice ¡adiéstrate!), el consejero de finanzas (que dice ¡paga!) y el pastor (que dice ¡cree!). En cierta medida el texto es una rebelión contra Federico II, rey de Prusia, que dijo “razona lo que quieras razonar pero obedece siempre”.

Para pasar a la mayoría de edad es vital hacer un uso público y educado de la razón, preguntarse políticamente si uno realmente cree en la causa que defiende, y despegarse de andaderas como tutores o prejuicios. Para lograr la mayoría de edad o gracias a esta, se necesita o se adquiere “libertad” que para Kant puede ser civil (se provee) o libertad del espíritu, que se alcanza. Por eso, si un Estado no provee las condiciones para hacer un uso público de la razón, no hay libertad civil, y si sus habitantes están decididos a que otros piensen por ellos, la libertad de espíritu también es inviable.

Cuando escucho a alguien apoyar el tercer mandato de Uribe diciendo que nadie más puede manejar este país pienso en Kant, y en los votantes que a pesar de ser mayores de 18 son menores de edad, y necesitan un líder patriarcal que los defienda y piense por ellos. Aún si Uribe fuera una buena opción, muchos de los que lo apoyan piensan que la continuidad de su mandato mantendrá el país a flote y les permitirá desentenderse de tener que pensar, opinar, o criticar. Hay otros, claro, que apoyan el tercer mandato haciendo uso de su propio entendimiento; lo hacen porque les conviene, pero como casi siempre los beneficiados directamente son pocos, y la gran colectividad lo que quiere es alguien que los ampare en su flojera.

Son esos mismos menores de edad los que tienden a masificarse, a hacer lo que les dicen bajo la premisa de un slogan efectista; ya sea pedir por la paz, sin pensar siquiera en lo que la palabra implica; o blandir un machete a diestra y siniestra porque sí, como sucede en un cuento de Hernando Téllez sobre el Bogotazo: “—¡Viva la revolución!— Yo respondí automáticamente: —¡Que viva!— y, sin saber cómo, me encontré blandiendo el arma poseído de insólita ira. —¡Recoja el machete, miserable!—Ordenó a mi espalda una voz autoritaria —Recójalo o si no yo le enseño a obedecer—Insistió la voz.” Cuando me encuentro con citas como esta, que aunque ficción retratan el proceso mental de muchos violentos en Colombia, pienso que la guerra perpetua del país tiene que ver con la inmadurez de muchos de sus habitantes.

La revolución de Kant se trata de dar un giro, un cambio de perspectiva en el que podamos confiar en nuestro propio entendimiento para discernir entre lo que nos conviene y lo que no, en vez de esperar que alguien ajeno a nosotros, o una entidad abstracta nos diga qué hacer. La revolución de Kant es menos sangrienta que la de las masas furibundas, es una revolución individual que se puede llevar a cabo desde la casa, en bata, en pijama, sin aspavientos ni declaraciones grandilocuentes. Consiste en preguntarnos crítica y honestamente por qué hacemos lo que hacemos, si en realidad Colombia no funciona sin un arriero, si de verdad nadie puede manejar este país, y si este país necesita que lo manejen porque nosotros no nos podemos manejar a nosotros mismos.

Borrón y cuenta nueva

Publicado el 1 de enero en la sección de Opinión de www.ElEspectador.com

Dos casos que implican hacer borrón y cuenta nueva me llamaron la atención esta semana.
Primero: El vaticano declaró recientemente que Pío XII fue una “figura de heroica virtud” lo cual es una manera de avanzar un escalafón en su camino hacia la santidad. Eso no tendría nada de raro si no fuera porque es bien conocido que Pío XII fue el Papa regente durante el Holocausto, y además sabía lo que Hitler iba a hacer para solucionar “el problema judío” y no hizo nada al respecto.

El asunto es más políticamente incorrecto aún porque Benedicto XVI es alemán y perteneció en el pasado a las juventudes nazis. Este título para Pío XII, aunque sea burocrático y nominal, es un gesto que sugiere que se quiere disipar la responsabilidad de la iglesia católica en el Holocausto, una responsabilidad efectiva, porque los católicos pecan de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Segundo: Basados en el informe de la Comisión de la Verdad sobre la tragedia del Palacio de Justicia, algunos piden que se revoque el indulto concedido tras el acuerdo de paz con el M-19. Ante esto Navarro Wolff opina que es una pérdida de tiempo agitar fantasmas del pasado y que remover el indulto es un paso atrás en el proceso de paz. Por otro lado, Carlos Medellín, propone indultar a militares y policías que resulten culpables de la matanza y desaparición de los rehenes de la toma guerrillera de 1985.

En el primer caso, el nuevo título de Pío XII funciona como una especie de indulto a los victimarios del Holocausto, es como decir que para los católicos, las víctimas judías no son importantes, al punto que un Papa desentendido puede llegar a ser un héroe. Es una muestra de olvido, no de perdón y una disipación de responsabilidad.

En el segundo caso por fin, después de 20 años, renace la esperanza de saber qué diablos pasó en el Palacio de Justicia, pero claro, eso implica alborotar el avispero. Creo que remover el indulto a los miembros del M-19 es contraproducente para un país que lleva tantos años en guerra, después de todo, el M-19 se desmovilizó y se reintegró a la sociedad y muchos, como Wolff, han usado esto para seguir luchando por las mismas causas que los impulsaron a unirse a la guerrilla en primer lugar, pero por vías legales. El proceso del M-19 es tal vez la desmovilización más exitosa que ha tenido Colombia, del que hay que tomar ejemplo porque en este país hay mucho paraco y guerrillero por desmovilizar, y si no se reintegran exitosamente a la vida civil lo que tendremos es una Colombia llena de personas que lo único que saben hacer es seguir órdenes y disparar, y que se verán sin trabajo por el repudio social. En este caso, pienso que es importantísimo perdonar, y vale el borrón y cuenta nueva porque perdón no significa olvido, si no creer en la posibilidad de que la gente enmiende sus acciones.

Por otro lado, a mí también me sorprendió la propuesta de indulto a militares y policías de Medellín, pero entiendo que su prioridad es conocer la verdad, no castigar gente, y la posibilidad de indulto puede estimular las confesiones de muchos. El indulto que Medellín propone es posterior a las investigaciones, que según sus expectativas, contribuirán a que se individualicen responsabilidades, lo que es necesario tanto para la fuerza pública como para el M-19.

Colombia está llena de rencores generacionales que envenenan y promueven una actitud guerrerista. Lo que puede sanar a este país no es el castigo, si no la verdad y el perdón. Mi deseo para el 2010 es que se ejerza el borrón y cuenta nueva, pero no como una forma de olvido, banalización y sinvergüencería si no como proceso de adjudicar responsabilidades correctamente, despejar la verdad de las atrocidades del pasado, y perdonar.



El riesgo es que te quieras quejar

“Luché contra la burocracia y la burocracia ganó.”



El martes me vi teniendo un episodio de ira en plena séptima. La ira no es una de mis emociones frecuentes, yo suelo recurrir al sarcasmo, a la angustia y a la procrastinación; y sentir la sangre en la cabeza no es para mí un síntoma familiar.

Sin embargo, el martes me vi fuera de mis casillas después de rogarle dos meses a Davivienda que me repusieran mi tarjeta Diners. Como los funcionarios del banco no habían visto nunca una turca brava, llamaron una patrulla de policía para que me sacaran del banco. Debo aclarar, como se prueba en el video que seguramente haría las delicias de Youtube, que nunca use esos términos conocidos como “malas palabras” ni del ataque ad hominem porque “una es ante todo una señorita” y que me molestó aún más la falta de empatía e la subgerente del banco que no supo manejar mi reacción ante un error de ellos, reacción, que así como sus errores, no será la primera ni la última que reciban de un cliente.

Tal vez esto está dentro del campo de la tragedia personal pero yo quiero quejarme en público porque seguramente no soy la única que se siente frustrada ante un tan sistema ineficiente para entender percances y para adjudicar responsabilidades como el bancario.

Para los que no se han aburrido todavía de este post, adjunto la carta que mandé a Davivienda y a cuantaparte, en done especifico los sucesos que me llevaron al borde de la embolia.

Bogotá, 2010-01-05

Señores

DAVIVIENDA

Atención al Cliente

Ciudad

Presento a ustedes mi queja por la pésima atención dada por el personal y la subgerente, de la Oficina Davivienda, Sucursal Javeriana, gerenciada por Darmka Patiño, en el trámite y entrega de la renovación de mi tarjeta de crédito Diners Nº xxxx xxxxxx xxxx.

Informo que al vencimiento de la tarjeta que fue en noviembre de 2009 no me llamaron para avisarme de la renovación de esta, como es usual cuando esta fecha llega. En diciembre 10 me comuniqué con el banco, quien informó que “ni siquiera la hemos mandado a renovar y por esta demora procederemos a darle una mejor atención y entregarla el 16 de diciembre”. Reporté la dirección de mi oficina, en la Revista Semana, para que la entregaran allí: calle xx # xx-xx Bogotá. Llamé el 16 de diciembre para confirmar la entrega y me contestaron que “no hemos generado el plástico, este se le entregará el 23 de diciembre de 2009”.

El 22 Llamé a Davivienda para que me informaran sobre una hora aproximada de entrega del plástico para estar pendiente de recibirlo. Nadie me dio respuesta alguna, solo el nombre de la empresa que la entregaría, llamé y en esta empresa tampoco sabían nada. Volví a llamar e informaron que la enviaron a una dirección que queda en el sur de Barranquilla (dirección no registrada) y por supuesto, allí no estaba yo y no la entregaron. Quedaron en hacer la entrega en la oficina de Davivienda el día 28 de diciembre.

Fui el 29 por la mañana a recogerla, me pidieron que volviera por la tarde, no había llegado y que volviera el 4 de enero.

Estuve en el banco el día 5 de enero y me dijeron que, “la empresa que hace las entregas la llevó y como es entrega personalizada, no la dejó”. En ningún momento me llamaron previamente a concertar una cita, para que yo pudiera estar presente en Davivienda. Pregunté qué día lo irían a hacer para volver y la respuesta fue “llame nuevamente, nosotros no hacemos compromisos y por tanto no nos comprometemos con usted”. Ante esto, me molesté muchísimo, reclamé respeto para mi persona, pedí una mejor atención, solicité seriedad para con el cliente. La contestación que recibí fue una réplica sobre que “no irrespetara al personal y procedieron a llamar a una patrulla para que me sacaran del banco”.

¿Cómo es posible que “aunque el banco no hace compromisos”, sí me hayan puesto 4 citas para entrega de la tarjeta? ¿Eso es seriedad del banco?

¿Si la tarjeta se venció, dónde está el Dpto. de Mercadeo o de atención al Cliente para renovarla, especialmente para la época de fin de año, fechas de incremento de las compras y de mayor número de utilización del crédito?

¿Existe una base de datos para que Davivienda esté pendiente y motivando el uso frecuente de los productos por parte del cliente? ¿Cómo está el manejo de la información y comunicación con el cliente?

¿Dónde está la empatía y sensibilidad para con el cliente molesto, y con razón, por el incumplimiento repetitivo de los compromisos por parte de Davivienda? ¿Se le olvidó a la subgerente cuáles son las tácticas de atención al cliente inconforme por las fallas de logística del personal de su oficina? ¿Fue incapaz de dar una buena atención y por eso recurrió a ayuda externa como la policía?

Espero respeto, seriedad, cumplimiento, eficiencia y buen trato por parte de Davivienda.

CATALINA RUIZ NAVARRO

Cc xx.xxx.xxx

Carrera x Nº xx-xx apto xxx, Bogotá

C.C. Superintendencia Bancaria

C.C. Periódico El Espectador Blog Catalinapordios http://blogs.elespectador.com/cruiz/

C.C. Confederación Colombiana de Consumidores

Al día siguiente la gerente llamó a disculparse por el incidente y a decirme que ya tenían mi tarjeta. A mí me queda el mal sabor e pensar que mis gritos aceleraron el proceso.