miércoles, 23 de julio de 2008

Un gusano en el cerebro

El fin de semana Alejandro Gaviria escribió que está mamado de oír hablar de uribe. Pero cómo no hablar de uribe, ¡si uribe es fascinante! Se queja también de lo que llama la ‘sociología antiuribista’ y la llama intelectualmente desdeñable, porque claro, son más importantes los datos reales como las "crecientes iniquidades del sistema tributario o el problema del empleo o el mismo deterioro institucional". Aun así esta sociología antiuribista es más interesante y emocionante que todos los datos, ¿esto la hace banal? Estoy segura que sí, pero es que lo banal es adictivo, delicioso, y, sobretodo, culturalmente influyente. Todo porque está lora construye un relato y unas imágenes para el antiuribismo y el uribismo, y los datos dejan de ser relevantes, porque los imaginarios son eso, imaginarios.

El informe especial del periódico de El Polo, es sobre la propaganda uribista y el artículo explica que en la televisión nacional uno cree que está recibiendo información pero en realidad lo que está recibiendo es propaganda. Se habla de un lenguaje, de una forma de presentar las ideas uribistas y cómo éstas se apoderan de la mentalidad del común. En una entrevista a Cesar Mauricio Velásquez secretario de prensa de uribe le citan a Hitler que decía que la muchedumbre es femenina y hay que seducirla a través de la sensación (sensación, no lógica). Velásquez los reafirma (sin darse cuenta) y les dice que el lema "Colombia es pasión" tiene sentido "porque cuando uno está enamorado es apasionado". Uribe nos ha levantado con frases como estas, no con datos, y como mujeres recién conquistadas, hablamos y hablamos de uribe.

Entiendo el cansancio de Gaviria, y sí, que bien nos vendría que cuando se hable bien o mal de uribe se citen datos concretos. Lo que pasa es que,estos datos, como los mencionados todas las semanas en los periódicos nacionales, el aumento del desempleo, la yidispolítica, el fashion faux pas con el emblema de la cruz roja, se conocen, la gente ama a uribe, ese fenómeno hace de él un tema recurrente. Este amor no es racional, entonces ¿podrá sucumbir a hechos prácticos? No, porque un verdadero creyente lo es porque defiende lo que cree, incluso cuando toda evidencia empírica la contradiga. Es fe no ciencia, y la fe mueve montañas sin mencionar ningún dato.

Ejemplo de fenómeno estético: el otro día me leí un artículo que contaba como unos científicos de McGill University habían estudiado porqué las canciones de ABBA (el grupo de los 70) siguen vigentes hasta la fecha. Estos científicos dicen que la música de ABBA es un 'earworm', gusano del oído, y algunas de sus características son letras simples, repetitivas, sonidos que apelan a las emociones, y un coro directo que satisface nuestra necesidad de orden. Lo de la repetición es clave porque apela a nuestro sistema de memoria. No es muy difícil intuir que el carisma de nuestro presidente es parecido al de ABBA, el presidente repite frases sencillas, sonidos que apelan a las emociones, y su discurso tiene un coro directo que satisface nuestra necesidad de orden: la seguridad democrática. Uribe también es un earworm, por eso nos cansa y nos fascina y suscita conexiones traídas de los cabellos como esta que hago entre el presidente y el grupo sueco.

Estamos todos cansados de oír hablar de uribe pero es imposible parar, y la parla sociológica barata es importante porque ese es el relato en el que, para bien o para mal se construye uribe como personaje. El relato es precisamente lo que construye memoria e historia, y una vez se ha metido como un gusano en nuestro cerebro y ha cambiado nuestra manera de pensar la validez fáctica que lo contradiga pierde su fuerza.

jueves, 17 de julio de 2008

Salir ganando



Este mes Washington le pidió a uno de sus diplomáticos estrella, William Wood, trasladarse de Bogotá a Kabul con la entusiasta bendición del pentágono. Wood estuvo supervisando el Plan Colombia, diseñado para ganar la lucha contra los carteles de drogas, que financian las guerrillas, y de esta manera hacer de Latinoamérica un lugar seguro para el pro-americanismo.

Wood se unirá al nuevo comandante de la OTAN en Kabul, el general Dan Mac Neill, y su misión es erradicar los cultivos de amapola y matar a la insurgencia de hambre hasta que se rindan.

Hace seis años según el planteamiento de Washington, Colombia era un caos, pululaba el secuestro, las masacres eran endémicas, las guerrillas, los carteles de drogas y los paramilitares luchaban por adquirir el control de una región que proveía el 90% de la cocaína que entra a EEUU.

Solución: 600 millones de dólares al año para reforzar al ejército y a la policía permitiendo al gobierno central restablecer el control del país. Al parecer, gracias al Plan Colombia, la tasa de asesinatos se redujo a un tercio y la de secuestros también, Colombia se volvió un país con carreteras seguras, y se reeligió a uribe.

La solución parece tan fácil que es hasta sospechosa, pero, dirán en Washington, si se está ganando la guerra en Colombia, ¿por qué en Afganistán no?

Ese es el problema: la guerra contra las drogas no se puede ganar, al menos no si donde se ataca es en los países productores y no en los consumidores.

Después de el trabajo de Wood, los gringos, siguieron consumiendo la misma cantidad de cocaína que antes porque los cultivos se mudaron a Bolivia, Perú y la selva amazónica, donde se pierden hectáreas de selva virgen cada año para su cultivo. El hecho es que mientras el mercado de los narcóticos sea lucrativo, los países del tercer mundo los producirán. Sentido común. Hay mercado para el consumo, por eso hay narcotráfico.

Sin embargo, a juzgar por el traslado de Wood, parece que la solución a este embrollo es inyectar dinero a la guerra y fumigar. Pero, lo único que esta solución hace es desplazar los cultivos, mientras tanto, se muere gente y se destruyen ecosistemas.

No sólo es un asunto de que la solución ha probado que no sirve, es un asunto de que EEUU piense que Afganistán y Colombia son la misma vaina. Ok, allá también se manda un montón de plata para la seguridad y se la tragan los corruptos. Allá también hay guerrillas financiadas por la droga. Y allá también, esta intervención, sólo ha desplazado la producción, y Europa consume tanto opio y heroína como siempre, sólo que ahora la amapola está más cara que el trigo. Aún así Afganistán no es Colombia.

Afganistán tiene la desventaja de que el gobierno local no sirve para implementar estas políticas porque no es lo suficientemente fuerte. La política británica de ocupar pequeños pueblos y ganarse los corazones de sus gentes ha sido un desastre, les ha salido mejor pagarle a mercenarios locales para que controlen algunas provincias. Los comandantes locales, sin embargo, se oponen a las fumigaciones, en parte porque los carteles de la droga son los únicos que de verdad mantienen a raya a los talibanes, aún cuando los financien.

Wood llega a Afganistán con el mismo modus operandi que a Colombia, claro, porque esa gente que no habla inglés es toda igualitica. Además va a implementar una solución que no sirve ni aquí ni allá porque el problema de las drogas es social y económico, y la guerra no lo corta de raíz. Castigar a los países productores no es lo mismo que bajar la demanda, por eso, suponer una victoria contra la droga en Colombia o Afganistán es ridículo…

Tal vez no tan ridículo, nosotros les vendemos drogas, ellos nos venden armas y al final todos salimos ganando.

martes, 8 de julio de 2008

El 'Robinson' colombiano

Publicado el 9 de julio de 2008 en Cartas de nuestros lectores en EL ESPECTADOR.

Expedición Robinson fue el primer reality que se produjo en Colombia y salió al aire en el 2001. Me acuerdo que era tema diario de conversación, el formato era novedoso, al menos para el país, y la idea de poner una muestra escogida de personas a interactuar en una isla, muy al estilo El Señor de las Moscas de William Golding, La Isla Misteriosa de Julio Verne y, por supuesto, Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Uno se preguntaba ¿Quién ganaría? ¿El más astuto? ¿El más apto físicamente? Pues resulta que en los consejos que se realizaban en las eliminatorias semanales se preguntaba: ¿quién debe ser el Robinson colombiano?

A mí la pregunta me llamó la atención porque tiene unas connotaciones morales fuertísimas. Sobre todo porque Survivor, el mismo reality en su formato original, era ganado por quien menos valores y más sangre fría tuviera de manera que, habiendo engañado a todos, llegara hasta la final. Eso tiene mucho sentido si estamos hablando de supervivencia, ¿no? ¡Pues no!

Eso de sobrevivir será una hazaña para los gringos, pero para Colombia todo se trataba de quién se merecía ganar ese lugar, quien podía representar a todos los colombianos. Este ‘modelo’ más que encarnar lo que somos, debía encarnar lo que queremos ser, es decir, es un modelo aspiracional. Nadie va a pedir que nos represente un vulgar ladrón de toallas de hotel como lo somos todos.

Y aquí viene precisamente mi pregunta: ¿cómo queremos los colombianos vernos a nosotros mismos?

La primera temporada de Expedición Robinson la gano Rolando, un rasta persistente y calladito que no se quería meter con nadie y se ocupó de sus asuntos. Al año siguiente Jaider Villa ganó Protagonistas de Novela y no precisamente por sus habilidades histriónicas, gano porque “no fue a hacer amigos” sino a hacer su trabajo. Lo mismo que Rolando.

Todo esto vuelve a mi memoria a raíz de la entrevista que le hizo hoy El Espectador a Sergio Fajardo. Fajardo no hace declaraciones sobre sus filiaciones políticas, dice repetidamente que su trabajo es conocer al país y trabajar por los colombianos. De esta manera se abstrae de todo el conflicto uribistas-antiuribistas, y se hace agradable para ambos; como resultado lidera las encuestas como el favorito entre los posibles candidatos a la presidencia, claro, después de uribe. Mientras los bandos se atacan el uno al otro, Fajardo pasa agachado. Se perfila como una opción joven y sin filiaciones políticas, además está escogiendo el discurso adecuado, el de la conciliación.

Los pequeños parecidos que tiene con Obama (líder, visionario, joven, con poca trayectoria política) me hacen pensar que tiene buenas oportunidades de ganar el voto joven, pero sobretodo me parece importante que está utilizando la misma estrategia que ha dado buenos resultados a nuestros héroes de reality: ocuparse de sus asuntos y no meterse en la pelea. Roba-toallas o no, Fajardo encaja felizmente con el modelo aspiracional que tienen los colombianos, el tipo emprendedor, trabajador, astuto, con fuertes valores familiares, mejor dicho, como para presentarlo cual novio oficial en los ajiacos de domingo, muy al estilo de uribe en sus primeros momentos. Lo importante no es si Fajardo es o no es todas estas cosas, lo importante es que las parece, y las encuestas muestran que la estrategia le puede funcionar.

Si alguien quiere ser el próximo presidente de este país tiene que ser más astuto que uribe. Enfrentársele abiertamente no parece lo más ingenioso con su creciente popularidad, crecer bajo su sombra tampoco porque donde uribe se caiga lo aplasta. Lo que las encuestas publicadas el domingo dicen es que los colombianos, para elegir un representante, tienen el mismo modus operandi que cuando escogen al ganador de un reality, se está buscando al mismo personaje, un individuo trabajador, que juegue por las líneas de centro, es decir, una Paula Andrea Betancourt, no una Isabella Santodomingo (cuyo juego fue más polémico y radical).

Algunos candidatos olvidan que el pueblo colombiano tiene la misma actitud frente a la política que frente a la televisión.

domingo, 6 de julio de 2008

Intervención divina

El Times de Londrés llama a Ingrid Betancourt “la Juana de Arco de la Selva”. El símil no es extraño, mucho menos cuando lo primero que hace ella es agradecer a la Virgen y a Dios, que por medio del ejército colombiano, le dio el milagro de su liberación.
Betacourt, es una mujer colombo-francesa que, como dice la oración “tuvo que afrontar los grandes problemas de su pueblo, una guerra sin cuartel entre hermanos”. Su estadía en la selva le da además una connotación de mártir que hace que un país católico como este la ame aún más.

A pesar de la melosería de la prensa y sus inacabables preguntas retoricas: ¿se sintió mal cuando fue secuestrada? ¿está feliz de ver a sus hijos? Colombia ha visto nacer un nuevo ícono (y en este caso la connotación religiosa aplica) parido de las entrañas de la guerra contra las FARC. Ingrid pasa al imaginario de la cosmogonía popular como una santa que soportó las duras y las maduras por su país. El panteón local tiene ahora a Shakira, a uribe, a Tirofijo y a Ingrid, falta ver quién más podrá alcanzar este estatus, pero para eso hay que paralizar el país… me mantengo a la expectativa.

¿Estoy hablando con sorna? No, claro que no, (Dios no lo permita), tal vez lo parece porque me interesa mirarla más como una estampita que como una mujer. Como estampita es como pasará a la historia. Ingrid tiene todo el potencial estético de un personaje de novela, su carrera política, el amor que le tienen el pueblo francés y el colombiano, su cara alargada y su mirada piadosa, hacen de ella, como bien lo dijo el Times, una Juana de Arco contemporánea.

Los colombianos, ávidos de poner veladoras por aquí y por allá, creerán cada una de sus palabras porque tenemos, finalmente, un personaje incontradecible, cosa que ni siquiera nuestro amado presidente había logrado.

La iconografía católica se caracteriza por alimentar nuestra imaginación con modelos inalcanzables, digamos, la Virgen, una mujer, pura, bonita, buena, prudente, amable… (los adjetivos no alcanzan) sigue siendo un modelo imposible de personificar, su estatus divino se sustenta, precisamente, en que sólo podemos emularla.

En la política colombiana caracterizada por la corrupción, resurge Ingrid como un personaje intachable. Ni siquiera las afirmaciones de la radio Suiza afectan su imagen porque lo importante es que Ingrid esté libre, no cómo. ¿Hubo realmente inteligencia militar? ¿Se dejaron engañar las FARC? ¿Todo fue un montaje? Estas preguntas hacen que el mito de su rescate se ratifique todavía más en el imaginario popular, ¡nada como un misterio para que estemos hablando del asunto eternamente!

Ahora, los demás políticos solo pueden sonreírle y esperar sus favores. La balanza política puede inclinarse con tan solo una sonrisa. Ilustrísimos doctores, organizad la procesión (¿o debería decir la marcha?).