Hace un año, el 5 de noviembre, se murió mi abuela Martha Rosa Restrepo de Navarro. Desde su muerte nos hemos visto obligadas, en la familia, a cambiar de rango en nuestros aquelarres.
Esta es la eulogía (elegía? No esa no es la palabra, es eulogy, del inglés) que escribí el año pasado.
Y hoy para recordarla, este poema de Raúl Gómez Jattín.
Lola Jattin
Más allá de la noche que titila en la infancia.
más allá incluso de mi primer recuerdo
está Lola -mi madre- frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo.
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo -mi viejo-.
No sabe que en su vientre me oculto para cuando
necesite su fuerte vida la fuerza de la mía.
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola -la muerta- aún vive vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla
el pelo y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados.
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento.
Mas allá de este verso que me mata en secreto
está la vez –la muerte- el tiempo inacabable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean sólo un recuerdo solo: este verso.
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