domingo, 9 de noviembre de 2008

Tata



La mayor hazaña de mi abuela fue cuatruplicar su tamaño con sus hijos. Hoy nos deja un vacío más grande que cualquier producto de su vientre. Tenía manos hábiles, una lengua aguda y una profunda intuición sore la naturaleza humana. Todos estos talentos le permitieron tener siempre, o casi siempre, la última palara. Mi abuela nos enseñó que la mejor estrategia es pararse derecho, que el Vick Vaporub lo cura todo, que debemos ser vanidosos porque lo debemos a nosotros mismos y que hay que ser orgullosos porque lo debemos a su estirpe. A mi abuela le gustaban las flores, las galletas y el color amarillo. Le gustaba el cristal cortado y las frutas frescas, más aún si habían crecido en su patio. Más que una santa, como todos los muertos, fue una mujer, con la sangre roja, el pecho hinchado y una determinación que hacía parecer fieros sus enclenques zapatos. De nada sirve alegrarnos de no tener que volver a rendirle cuentas, porque su voz siempre estará taconeando en las terrazas de nuestra mente.

4 comentarios:

fabiana flores dijo...

HERMOSO

Anónimo dijo...

bueno pues un abrazo, Catalina.

Johnny Lee dijo...

que lindo, catalina..

Aretino dijo...

Una vez escibi un cuento acerca de mi abuelo y hoy lo he recordado con esas palabras tuyas. Lo publicare haciéndote caso