martes, 16 de junio de 2009

Gótico Tropical


Publicado en la Revista Dominical del periódico El Heraldo, 14 de junio de 2009.

“El Caribe es una contradicción. ¿Qué hay más gótico que Salgar? ¡Salgar es un pueblo gótico!”. Esto me dice María Isabel Rueda, sentada en su apartamento en Bogotá. En las paredes se ven algunas de sus obras, otras de amigos suyos, y de resto, blanco. En el cuarto tiene una foto de su gata, “que se murió hace poquito”, me cuenta muy triste, y que era su hija.

Gótico tropical. La afirmación puede parecer desconcertante, pero empieza a tener sentido a medida que uno habla con María Isabel, tal vez una de las artistas jóvenes más brillantes que ha dado la Costa. Sus obras, insospechadamente, resultan de una crudeza Caribe que desconcierta. “Nacer al lado del mar, descalza, ¿en qué medida nos afecta?”, duda cuando le pregunto si se considera una artista costeña. ¿Qué diablos será ser costeña, más aún ser una artista costeña?, me pregunto yo. Ahora mi consulta parece estúpida.

No hay nada en su obra de las frutas, las negras, las faldas, los colores, la ricura, la pereza, la calle, el calor, los abanicos, que se han venido a asociar con el arte costeño, si es que eso existe, gracias a pintores como Obregón, Grau, Rosario Heinz (con los que se han encariñado tanto los hoteles y las brochures turísticos). Su obra es pálida, un poco lánguida, inmóvil, como con una sensación de eternidad que remite a lo europeo. María no es una costeña dorada y voluptuosa, parece, más bien, un muñequito de Tim Burton.

Pero su obra es costeña. O eso al menos es lo que yo siento. Las dos sabemos que vivir al lado del mar sí la ha afectado. Cuando veo su trabajo, de una forma inverosímil, pienso en el mar. “Desde la Costa se ve la vida diferente”, me dice. “Yo he vivido en Bogotá, y no pertenezco al estereotipo del Caribe, pero sí se ve la vida diferente”.

María Isabel ha reflexionado sobre el estereotipo latinoamericano. En Lo uno y lo otro, una serie de fotografías sobre El Che, retrata gente muy variada con la camiseta del revolucionario. Nos pone a pensar sobre Latinoamérica como un producto, como una marca, y dice: “Nos une lo que nos venden.”

El retrato también fue el tema de una de sus obras más conocidas, Vampiros en la Sabana, que son una serie de retratos de personajes góticos (vampiros) encontrados en Bogotá. Los retratos, en blanco y negro, hablan de lo que sería el título de su revista: Gótico Tropical. Los personajes, hieráticos y blancos, aparecen entre la vegetación de la zona tórrida, y bajo el sol brillante de la sabana.

Las fotos sirven como documento, en este caso son documento de los fantasmas. “Es un chiste”, me dice, “no se puede documentar la fantasía. Estas fantasías existen solo porque tenemos el elemento foto. Pero la foto no es un documento, porque involucra la mirada de quien la toma”. Tal vez en realidad nada puede ser un documento, porque los documentos tienen un supuesto objetivo, que no existe, así que nunca se puede escapar a la mirada.

¿De dónde viene la mirada de María Isabel? Ésta es mi teoría: viene del Caribe.

Más allá es su última exposición en la Galería Casas Reigner de Bogotá. Las fotos, tamaño pliego, parecen hacer huecos en las blancas paredes de la galería. Son ventanas por las que entran soledad, y brisa, calientan el cuerpo y hielan el alma.

Es un tema del romanticismo, pero en caliente. María Isabel dice que se acordó de Friederich, un pintor alemán que mostraba los acantilados y las tormentas, con pequeños personajes torturados, cuyo espíritu era el paisaje.

Una de las fotografías de Más allá, captada en el muelle de Puerto.

Aquí los torturados son tranquilos bañistas, como los burgueses felices de los cuadros impresionistas. La luz también es luminosa, como en Monet. Por eso las fotos hablan de ser feliz e insignificante, dulce y trágico a la vez. El paisaje se vuelve retrato, excusa y alegoría.

Sobre esta obra, varios críticos han señalado reflexiones geopolíticas: la frontera azul del Caribe, pensar al país desde sus bordes. María Isabel dice que le parece bien que digan eso, pero que ella no piensa tan conceptualmente, busca crear sensaciones, los sentimientos primero. En Más allá, la artista toma la mirada de voyeur y lo convierte en un espectador de campo abierto, que se esconde bajo el sol, y gracias a su insignificancia frente al paisaje.

Esa vuelta al romanticismo es un desafío a la modernidad. María Isabel dice que el proyecto de la modernidad está caído, y eso es interesante si tomamos en cuenta que ella tiene obras como The End y Mano en el fuego, que son dibujos o animaciones hechas con acrílico negro, y con un estilo entre cómic y neoclásico.

Pero claro, ese neoclasicismo también es un chiste porque sus temas son el amor y la tragedia, la muerte, el desastre. La modernidad caída son las ruinas del Muelle de Puerto Colombia. Son los espacios vacíos. La naturaleza que le ha ganado a la máquina.

“El Carnaval de Barranquilla es gótico”, afirma, “lo de Joselito, las viudas llorando… ¡La Costa es oscura! Uno tiene el estereotipo de lo surfer, ¿quieres torsos desnudos? Mira los flagelantes, tomando ron, con un picó, eso sí que es raro.”

Me dice que no hay nada más gótico que La Guajira. Tiene razón, después de todo, se mete hasta el mar así, como si pelear quisiera, como engreída, como altanera. El adjetivo me resulta extensivo hasta el vallenato.

Tiene sentido que el Caribe sea gótico, la región le baila a la muerte en un largo garabato, y se ríe, pero de su exilio, su olvido y sus tristezas. Barre bajo los párpados, como si fueran una alfombra, lo macabro de las Bananeras, los tugurios con hambre, la soledad escabrosa de saber la inmensidad del mar.

Suena el teléfono y es una amiga con un chisme. Yo tengo que bajar a comprar un CD para que me queme las fotos, y en las escaleras viejas y retorcidas de su edificio, veo cómo se imponen unas baldosas aguamarina. Después de todo mi pregunta tiene sentido.

María Isabel habla de un Caribe cálido que hiede a peste negra. Un Caribe seco y trágico que aparece también en los cuentos de Cepeda Samudio, en los poemas de Gómez Jattin. Es un Caribe medieval, terriblemente real, que se esconde como maleza entre las rendijas de los colores y la algarabía. Un Caribe gótico y tropical.

www.flickr.com/photos/mariaisabelrueda/


1 comentario:

Unknown dijo...

Hermosa obra, no conocía a esta artista.