jueves, 9 de abril de 2009

¿Un periódico de ayer?



Publicado el 29 de marzo de 2009 en la Revista Dominical de EL HERALDO.

Siempre hay alguien que defiende el impreso. Cada vez que los espeluznantes índices de crisis de la prensa impresa nos obligan a preguntarnos si el papel está destinado a desaparecer, alguien dice “no, el papel no morirá”.

Entonces, con un romanticismo victoriano, ese alguien habla de su olor, de su textura, de la tinta, de la tradición. Dice, que es portátil, que lo puede subrayar, apropiárselo, en fin, virtudes que la tecnología ya reemplaza con creces.

Ni siquiera hablar de las ventajas milenarias del periódico para llevarlo al baño resulta un argumento viable: hoy en día se empiezan a desarrollar aparatos como el Kindle (dispositivo de lectura, que es a los libros lo que fue el Ipod a los cedés), perfectamente portátil y que permite cargar una biblioteca entera en un solo dispositivo.

Existen varias organizaciones como www.newspaperproject.com, que nos explican, —vía web, para mayor ironía— por qué el impreso es indispensable. Lo que parece más desesperado de estas campañas es que el impreso se ha aliado con los medios virtuales pensando que si no puede con su enemigo debe unirse a él, y esta posición es una franca derrota.

La industria editorial impresa se enfrenta hoy en día a 3 problemas: el primero es que casi toda la información en Internet es gratuita, y accesible en cualquier parte, el segundo es que muchas personas leen cada vez menos y se desesperan cada vez más rápido con un texto largo, y el tercero es que no solo el papel es carísimo; su competencia directa, Internet, es prácticamente gratis en comparación.

Es cierto que es mucho más cómodo leer en papel que en una pantalla, sin embargo, la producción masiva de impresos es insostenible. Para fabricar una tonelada de papel a partir de celulosa virgen se necesitan 2.400 kilos de madera, 200.000 litros de agua y cerca de 7.000 Kw/h de energía. Tanto esfuerzo debe dedicarse a objetos que permanezcan en el tiempo.

Los libros son objetos bellísimos a los que uno puede volver a lo largo de su vida, y esta calidad de objetos de memoria puede justificar el papel. El papel será cada vez más caro, por eso su uso debe orientarse a impresos con textos y factura tan exquisitos, que valga la pena coleccionarlos.

El periódico, en cambio, es “sensacional cuando salió en la madrugada, a mediodía ya noticia confirmada y en la tarde materia olvidada”. Las noticias escuetas y claras están cubiertas por la red, que tiene la ventaja de ser inmediata.

Las noticias impresas tienen la desventaja de que son costosas y su vida es corta: nadie lee el periódico de ayer. Mientras los periódicos en Internet cumplan las mismas funciones de los periódicos impresos, estos últimos están destinados a morir.

Dicha muerte puede ser una ganancia. Durante mucho tiempo se pensó que un buen artista era aquel que podía representar la realidad lo más acertadamente posible en medios plásticos, como la pintura y la escultura.

El arte de ese entonces era útil, permitía la creación y reproducción de imágenes. Con la aparición de la fotografía muchos pintores fueron reemplazados y se vaticinó, como ya había pasado en el Romanticismo, la muerte de la pintura.

Lo que sucedió fue maravilloso: superado el problema técnico de la reproducción de la imagen, los pintores empezaron a reflexionar sobre el material, el soporte y la forma en que veían el mundo.

De ahí nacieron el Impresionismo, el Fauve, el Expresionismo, en fin, todas las vanguardias del siglo XX. La fotografía fue un avance tecnológico que liberó a la pintura de una función práctica y utilitaria, Internet podría representar lo mismo para los medios impresos. Una eventual muerte de la prensa impresa como la conocemos puede ser irremediable pero también es algo liberador: el impreso debe convertirse en algo que realmente no pueda ser reemplazado por Internet.

El caso de países como Colombia es interesante. Solo una minoría es tecnoletrada, y eso hace que la prensa diaria sea necesaria aún, lo cual no nos impide empezar a pensar desde ya en cómo transformar el periódico cuando su cambio sea inminente. Mientras más pronto inventemos un nuevo lenguaje para el impreso, mejor preparados estaremos.

Definitivamente, la solución no es disminuir la calidad en la carrera por ser más rápido que Internet. El periódico debe recuperar el prestigio editorial que tenían los impresos antes de abalanzarse al papel con errores de redacción y ortografía, para ganarle la carrera a los medios virtuales. Internet no es perfecta, no hay editores ni criterios de calidad, y todo el mundo puede publicar. La dignidad y calidad del impreso, que es una de sus ventajas, la que hay que enfatizar, sirve para abrir una brecha que lo independice, como medio, de la Internet.

Fortalecer cualidades como la credibilidad y diferenciarse de la Internet es lo que puede salvar a los impresos. El periódico podría también explorar sus posibilidades tridimensionales, como lo han hecho con creces ilustradores y artistas plásticos que se han dedicado al libro arte. Un buen ejemplo colombiano es Alejandro Castaño, (http://www.casazi.com/english/books.html), que experimenta con laminilla de oro, fuego, tipografías y soportes para crear libros-objeto profundos y sutiles, como un haikú.

Volverse un objeto de colección hace que valga la pena guardar el impreso y así este no se convierte, al día siguiente en la solución para los orines del perro. Se podría dedicar el impreso a la memoria y la red a la inmediatez.

La prensa impresa ya no se necesita para informar, la prensa impresa es un artículo de lujo que debe entenderse a sí mismo como tal, explorar sus posibilidades; de diagramación para proponer algo que no pueda encontrarse en Internet, de análisis para exigir un tiempo propio, y de su gran virtud: ser un objeto, tridimensional, palpable, mucho más que información.

La ganancia de los impresos del futuro está, no en la información que contienen sino en su valor como objeto (de lujo, de fetiche, de memoria). La prensa impresa como substancia se ha desligado de su contenido. La añoranza por el papel es válida, pero la añoranza de las noticias impresas es tonta, porque la función del periódico como soporte de información es obsoleta. Los periódicos deben encontrar una función en sí, que los redefina como objeto de colección y consumo, y olvidarse de lo que fueron una vez para no tener un problema tan indigno como la competencia con un medio advenedizo pero tremendamente eficiente: la Internet.

Papel: apuntes sobre las ventajas de un clásico

1.Profundidad Vs. velocidad. El papel, más que un soporte, debe convertirse en un objeto de lujo que puede aprovechar lo que Internet no tiene. Su tridimensionalidad, y la posibilidad de explorarlo con todos los sentidos, son ventajas que hacen de los impresos plataformas para desarrollar contenidos en los que prime la profundidad y la narración detallada de los sucesos.

2. Fortalecer la credibilidad. Internet es tierra de nadie, por eso no es extraño encontrarse con textos de los cuales ignoramos su procedencia o su veracidad. Uno de los valores agregados de un buen impreso es que, antes de ser enviado a la prensa, un editor se ha tomado el trabajo de escogerle a sus lectores qué leer. Un impreso bien editado tiene dignidad y genera mucha más confianza de la que jamás podrá generar un medio virtual.

3. Calidad antes que cantidad. El espacio de los impresos será el de la exclusividad, el detalle, la narración, la exquisitez y la memoria. Hay que sacrificar cantidad (para eso está Internet) por calidad. Cuando el impreso deja de ser masivo se vuelve un objeto de deseo, de colección, y se valoriza.

4. Reinventar el lenguaje. El impreso debe tener un lenguaje propio, imposible de emplear en otro soporte. El reto es acercar este ‘idioma’ a los lectores.

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