lunes, 24 de mayo de 2010

El imperio de los inmigrantes



Columna publicada el 6 de mayo en www.elespectador.com

Érase una vez una tierra fértil y maravillosa, con dos océanos, grandes planicies e imponentes atardeceres, donde todo el que necesitara refugio sería recibido y cambiaría su miseria por una infinidad de oportunidades.

Los viajeros que llegaban a esta tierra prometida eran recibidos por una hermosa mujer que les decía “¡Guardaos tierras antiguas, vuestra pompa legendaria! ¡Dame a vuestros rendidos, a vuestros pobres, vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad! [...] Enviadme a estos, los desamparados sacudidos por las tempestades a mí ¡Yo elevo mi faro detrás de la puerta dorada!”

Esta mujer es la Madre de los Desterrados, más conocida como La Estatua de la Libertad, insignia del imperio que se construyó sobre la base de los sueños de muchos inmigrantes. 124 años después la que otrora fuera la tierra de las oportunidades es la tierra de los prejuicios. La gobernadora de Arizona, Jan Brewer, traicionó uno de los fundamentos ideológicos de EEUU al promulgar el viernes pasado la ley sobre inmigración más dura en la historia del país: la policía de Arizona podrá a partir de ahora comprobar si un extranjero está de forma ilegal en el país si existen "sospechas razonables". La cosa funciona más o menos como los bouncers de las discotecas: personajes poco calificados que no saben nada de uno, emiten un juicio rápido sobre nuestra apariencia y de eso depende el buen o mal trato que recibamos a la entrada del bar. Lastimosamente EEUU no es un bar, y los inmigrantes no llegan allá a divertirse sino a limpiar baños. A diferencia de los bares, donde uno puede tramar con unos buenos zapatos, lo morenito y bigotudo no se quita tan fácil y estos dos adjetivos son suficientes para suscitar las “sospechas razonables” de los policías y la paranoia racista de todos.

Estos indocumentados, que son en su mayoría latinos, no pagan impuestos, saturan los colegios y hospitales del Estado, y otros recurren al crimen. No habría nada malo en exigir que estos inmigrantes entren legalmente a EEUU, pero no les está permitido pues las leyes migratorias se hicieron hace más de 20 años cuando la demanda estadounidense de hacedores-de-oficios-varios-mal-pagos, era mucho menor. Hoy en día el mercado laboral estadounidense demanda hasta 500.000 trabajadores no calificados por año mientras que el actual sistema inmigratorio solo autoriza 5.000 visados permanentes para esta categoría.

“Los mexicanos hacen trabajos en EEUU que ni los negros quieren hacer”, dijo una vez el ex presidente mexicano Vicente Fox. En efecto, los latinos han ido tomando gradualmente las plazas de trabajo antes ocupadas por los negros: producen tabaco, empacan pollos, y monopolizan el trabajo en servicios en ciudades como las Vegas. En realidad son mano de obra barata con las ventajas adicionales de que no pueden ni votar ni sindicalizarse.

Sin embargo el argumento no es rogarle a los gringos de Arizona, muchos, de origen latino, que nos dejen por favor ir a limpiarles el patio trasero. Se trata de que eso de inmigrar a Estados Unidos no nos lo inventamos nosotros, no somos ratas huyendo de un barco que se hunde, sino personas que buscan un trabajo que supla sus necesidades básicas, ya que por estas tierras limpiar baños no es tan rentable. Los inmigrantes ilegales son gente que creyó en la promesa de felicidad implícita en todos los anuncios de Coca Cola y que le reclama a EEUU que cumpla con su ofrecimiento fundacional de ser el imperio de los inmigrantes: una tierra prometida que ahora es solo un cuento de hadas.

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