jueves, 26 de marzo de 2009
Necia nostalgia
Sólo se puede ser cursi al hablar del muelle de Puerto Colombia. Yo me inventé, en ese muelle, mi crisis existencial de adolescente. Me iba caminando hasta la punta, veía el atardecer y esperaba a que oscureciera, que era lo más bonito, porque todo era totalmente negro, no había adelante ni atrás, solamente estrellas y mar, y la sensación conmovedora de un mundo profundo e inconmensurable.
La caída del muelle nos despierta algo que, según escuché hace poco, es una clásica nostalgia barranquillera (nostalgia que cómo podemos ver en el párrafo anterior, está a un paso de la cursilería). Yo nunca habría caracterizado la ciudad así, porque Barranquilla es una sociedad abocada hacia el futuro, pero me di cuenta que había mucha razón en decirlo. Los barranquilleros llevamos muchos años añorando la ciudad que fuimos antes de los cincuenta, esa ciudad cosmopolita, ingeniosa y esperanzada. Esa Barranquilla de los cincuenta era una ciudad sin pasado que sólo miraba hacia el progreso. No sabemos manejar nuestros recuerdos porque nunca nos interesaron en realidad. Como no tenemos los rancios abolengos cartageneros nuestro orgullo viene de lo nuevo, de lo que vendrá. No está de más decir, cada tanto, que tuvimos el primer radio, y contentarnos con eso.
Como recordar un pasado incierto no ha sido nunca la prioridad de la ciudad, escogimos la forma más cómoda del recuerdo: la nostalgia. La nostalgia se ha convertido en nuestra forma natural de manejar la memoria. Se sienta con una cervecita a pensar y sentir la brisa. Eso nos encanta. Mientras el muelle se cae nada nos quita la cara de foto, la mirada al infinito, y la anécdota reveladora. Tiene la ventaja de que se ve muy bien, y no hay que hacer nada, por eso se nos ha vuelto un delicioso vicio con el que dejamos pasar la historia de la ciudad.
Barranquilla vive de eso y llora al muelle como suyo, aun cuando fue precisamente la construcción de bocas de ceniza lo que desencadenó su larga muerte. Adoptamos el muelle en nuestra nostalgia porque es símbolo de la llegada de la modernidad y de múltiples migraciones, los dos pilares sobre los que se construye el orgullo de la ciudad. Orgullo que en cualquier momento se lleva la brisa, porque la estructura mental de la ciudad es igualita al muelle, descuidada, porosa y nostálgica. El muelle caído es una alegoría bastante cruda cómo para pasarla por alto.
Los intentos para su restauración se dilataron en el tiempo y muchos tuvimos la sospecha de que, con la tal restauración iban a plastificarle el aura como se hizo con el Castillo de Salgar, que paso de vestigio romántico de la conquista a salón de eventos con aire acondicionado. Ante eso yo prefería que se lo llevara el mar. Ahora que el mar se lo llevó, su caída llama la nostalgia llama con intensidad orgásmica porque es un tótem de nuestras glorias pasadas.
Entender a Barranquilla como una ciudad nostálgica explica muchas cosas. Explica porqué la ciudad se ha caído frente a nuestras narices, mientras recordábamos las fragantes mujeres francesas (¿eran realmente tan fragantes? Es decir… ¡eran francesas!) y el color de los sombreros Borsalinos de los italianos. Recuerdos todos idealizados en una nostalgia brumosa que los desdibuja, no los mantiene.
A mí me dio duro que se cayera el muelle pero me gustaría no sentir nostalgia. Sospecho que esta nostalgia es un poco pastiche, un poco necia, un poco una oportunidad farandulera para verse profundo y circunspecto. Prefiero sentir culpa, como si el mar nos hubiera pegado un regaño por recordar sólo de dientes para afuera un pasado que llevaba tanto tiempo silencioso. El muelle de puerto Colombia se cayó el sábado, pero se había callado hace rato. Era una voz ahogada por la que siempre fue más glamoroso no hacer nada.
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1 comentario:
Acabo de leer ese hermoso articulo y se me vinieron recuerdos de Barranquilla, como bien dices la nostalgia barranquillera para quienes estamos lejos, a kilometros, en el norte del continente donde el sol es un lujo que uno se da unicamente durante el verano porque de resto es lluvia, nieve y frio. Fue triste ver fotos de lo que una vez fue el muelle de Puerto Colombia, hoy dia se puede ver los restos del testigo de la llegada de tantos extranjeros a Colombia convirtiendo a nuestra querida Barranquilla en la Puerta de Oro de Colombia. El articulo me hizo desear sentir aunque sea por unos minutos el olor a Costa Caribe, el olor al mar, a la musica, y sentir los rayos del sol que solo se pueden sentir estando en Barranquilla.
Desde Vancouver, BC
Katherine Benavides
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