viernes, 27 de febrero de 2009

El ‘show’ debe continuar


Publicado el 13 de febrero de 2009 en la sección de Opinión de EL ESPECTADOR.

LO MÁS EVIDENTE ES QUE EL MANEjo mediático de la tragedia en Colombia hace ver a políticos, periodistas y espectadores, como animales carroñeros. Si ya sabemos eso, ¿por qué tratamos las liberaciones como un espectáculo de pan y circo? Tal vez porque nos resulta muy atractivo.
Las imágenes del secuestro se han establecido en nuestro pensamiento cotidiano. Somos nosotros quienes las hemos incorporado a nuestro imaginario, e incluso, creado. ¿Qué nos revelan? Tienen un estilo estético definido, un amarillismo patriótico, tan llamativo como lo fue el barroco en el Mediterráneo. Este último, el barroco, es lo que puede darnos luces (claroscuros) sobre nuestro comportamiento.

El barroco es un estilo de arte que nació en pleno cisma protestante. Los protestantes acusaron a la estética vaticana de ser un poco traqueta y se entregaron a la lectura y la austeridad. Los católicos, conscientes de que sus pueblos estaban llenos de campesinos iletrados, se aliaron con los pintores en la campaña publicitaria más efectiva de la historia: el barroco. Las imágenes del barroco capitalizaron a la Iglesia y motivaron a convertirse a miles de campesinos conmovidos con el cuerpo semidesnudo y apuesto, de Jesús amarrado a un palo. Esta tendencia artística, entre otras cosas, permitió que el cristianismo se regara como verdolaga por el mundo.

Los colombianos tenemos miles de analfabetas, una especial sensibilidad por las estéticas recargadas, y el aprendido morbo católico; hemos adoptado un estilo barroco para nuestras imágenes del conflicto. El período barroco se caracterizó por gran pobreza e ignorancia en las clases populares, y buen desarrollo cultural. Nosotros, como buenos barrocos, tenemos el Hay Festival en una ciudad tan pobre como Cartagena y vemos, con los ojos fijos, como mirando a la cruz, imágenes ante las que cualquiera apagaría el televisor.

Una búsqueda rápida en Google me muestra que predominan tres colores: el blanco tela, el verde monte, y el piel piel; los recién liberados miran hacia arriba como en el éxtasis de Santa Teresa; y los pómulos de supermodelo de Alan Jara recuerdan un Cristo. Aun no siendo todos católicos creyentes, nuestra cultura barroca se ha desarrollado aglomerada frente al cuerpo de Jesús doliente, o una virgen ingridbetancouresca que, con suerte, nos honrará con el milagro de su llanto. Gracias a las liberaciones de los últimos meses, el país se come, goloso, las imágenes de quienes pronto se convertirán en santos locales y/o congresistas.

Tenemos una forma de ser y una forma de mirar barroca. Es nuestro mayor orgullo: gracias al barroco tenemos nuestros edificios coloniales y ese tal realismo mágico que nos hace tan pintorescos. Es nuestro mayor problema: hay una brecha gigante entre el país que queremos ser: una nación moderna, y el país que somos: un país de diferencias sociales y espectáculos. La forma en que los medios de comunicación y los espectadores tratamos las imágenes de los secuestrados es sólo un síntoma de un problema cultural mayor.

El barroco es un modelo anclado en la religión, en la superstición, el ilusionismo, y la incapacidad de formular políticas racionales que le convengan a la mayoría y no a unos pocos privilegiados. Casi que lo mismo puede decirse de Colombia. Este tipo de contrastes que “sólo a un colombiano se le ocurren” nos perfilan como un país que, en sus modelos culturales sociales y políticos, no ha salido de la Colonia.

Nuestro barroco es una forma de pensar tan arraigada que se delata cuando prendemos el televisor o leemos el periódico. Es una forma de pensar que afecta la resolución de nuestro conflicto porque se centra en el espectáculo y no en el debate. En esta forma de mirar son inherentes las diferencias sociales, la injusticia es inevitable, y la guerra conviene, porque esta última es el show, y el show debe continuar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como raro, otra excelente columna. Sigue asi!!

Juan Felipe Sierra Ramirez dijo...

Simplemente brillante. Me encanta leerte, no siempre estoy de acuerdo con lo que dices. Pero la forma en que haces la exposición de tu punto de vista es genial. En este artículo no tengo forma de debatir. Simplemente leí a gusto una forma de ver la cotidianidad.