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Publicado el 19 de mayo de 2009 en www.plandenoche.com
El Parque Rosado tiene nuevas plaquitas en los árboles que muestran sus nombres. Parece una fiesta de integración de empresa de seguros. El Parque Rosado es bellamente oscuro y fresco, por eso es perfecto para que los pelaitos pupi se vayan a puños, es un escenario resguardado y de fácil acceso. Por las tardes las empleadas de servicio hacen corrillo con sus uniformes blancos y sus respectivos french poodles, con los que mi perra pelea porque es el Parque Rosado, y ella, es una pelaita pupi.
En el delta que se forma en medio de los caminos del parque hay una casita, cercada y rodeada de matas. Por entre las rendijas se alcanza a ver ropa colgada y utensilios de cocina. Sospecho una cama de colchón sencillo, un inodoro blanco separado por una cortina y un televisor chiquito, pero me gustaría que fuera un radio. Desde el columpio reviso la casa, vengo haciendo esto hace varios días y el habitante no ha salido. Sé que está ahí porque la luz a veces se prende, y se oye el run run de un abanico.
Frente a mi tres dieciseisañeros se miran ojirrojos los unos a los otros. Entonces me llaman y yo voy. Me preguntan si fumo y yo digo que no, es mentira porque en la mañana, a la salida del gimansio, me fumé un pielrroja, y después me tuve que bañar porque los dedos me olían como a crispetas y me daba mareo. Igual les voy a pedir un plum del porro que veo que sacan, está armado delicadamente por su dealer, que me dicen que se llama Spider. Ellos no saben armar baretos pero opinan que no lo necesitan. A mí me alegra, porque por la manera en la que arrastran sus vocales, no les convendría tener una bolsa de marihuana en su casa.
Qué cuantos años tengo. 26. A ellos les parece buena idea que “armemos un parche de pelás de 26 y nosotros”. Pero ustedes todavía están en el colegio y no tienen cédula, les digo. No importa, podemos venir a fumar al parque. Las amigas que tengo en Barranquilla con 26 años, les digo, tienen novios y quieren casarse y cosas así, para ellas no es plan venirse a fumar un porro al parque con ustedes. Ellos no están de acuerdo.
¿Saben quien vive en esa casita? Les pregunto. Pero no saben. Que viaje, dicen, encontrarnos contigo en el parque. Mi nariz se frunce un poco y se me sale lo mamá, pienso en decirles que cojan oficio pero termino hablando de Uribe, porque en el 2010 van a poder votar y yo aprovecho para predicar mi antirreleccionismo en sus mentes blandas.
Entre unos arbustos un par se dan besos, yo no tengo puestas las gafas pero parece que fueran dos chicos, andróginos y delicados. Se hace tarde y me voy. El hombre de la casita apaga las luces. Me pregunto si lo he visto en algún lado sin saber que es él, si él me ha visto y me ha reconocido pero no ha dicho nada. Escucho que prende la tele y pone Betty la Fea.
Los burritos se despiden. Se van a ver Sony.